Novela "Un amor, una suegra, un pretexto"
Capitulo Septimo
Luego
del Brindis y pasada la medianoche Rosana se ofreció para hacerle
unos masajes para eliminar tensiones- Me gusta la idea pronunció en
voz baja Luis Antonio, tus masajes me encantan y renuevan. ¿ dónde
vamos? Vení pasamos al dormitorio de huéspedes, tengo allí una
camilla.
Una
camilla es siempre mejor para la posición del cuerpo mencionó la
masajista y allí se dirigieron.
Voy
a poner un poco de música clásica mencionó Luis.
Si
me encanta. Él se desvistió, quedando sólo con ropa interior y se
acostó en la camilla y la sesión de masaje comenzó.
Hay
momentos donde dentro de una sesión de masajes predomina en la
persona que lo recibe una sensación de placer y relajación
incomparable y al finalizar uno siente una agradable sensación de
paz interior; eso le sucedió aquella noche a Luis Antonio.
Un
rato más tarde ella tomó su bolso, el la acompañó hasta la salida
del edificio y se despidieron con un afectuoso abrazo.
El
hombre miró su reloj y se dijo, que tarde es, me voy a descansar.
Mientras
afuera de los edificios comenzaban apagarse despaciosamente los
ruidos de la noche en la ciudad.
Un
vagabundo trataba de cubrir su cuerpo con un par de cartones
recostado en el umbral de un viejo edificio y dos travestís
esperaban ansiosos en la esquina, algún cliente.
La
ciudad tendrá siempre el encanto de sus luces y el atractivo de sus
centros comerciales, la belleza de sus edificios.
Pero
persiste en ella la ambigüedad entre lo Místico y lo profano.
(Continuara)
Escribe este relato, que usted podrá leer desde el PRIMER CAPITULO AQUI
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