La montaña tiene ese desencanto muchas veces pensó Julián, harto de tanta piedra insensible al dolor de piernas; había ascendido y descendido por múltiples senderos en la montaña buscando la cueva donde habitaba uno de los últimos eremitas de la humanidad. Un hombre sabio, capaz de trasmutar un dolor en la mas radiantes de las felicidades.
Ese hombre que el buscaba casi con desesperación poseía el mas preciado de los dones; solo el podría, bastándole su palabra al pueblo impulsar una verdadera revolución pacifica, basada en la restauración de la verdad.
Pero las horas pasaban y no encontraba el sendero que lo llevase al encuentro de aquella persona que despertaba tanto temores en los mediocres funcionarios de su país.
(continuara)
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